Recuerdos de infancia: "La bella en Sonambulismo"
Pequeña sufrí de sonambulismo severo, dentro de las rarezas que hacía en este estado, abría las entradas y salidas de la casa que estuvieran al alcance, ventanas, puertas, en invierno o verano, tanto así que mi madre hizo rutinario poner llaves y pestillos para dormir, asegurándose de no encontrarme dando vueltas como un fantasmita en el pasillo del edificio a altas horas de la noche.
Otras crisis buscaba ir al baño, hubo ocasiones donde desperté con el chorro de la ducha helada en el rostro, otra vez que desperté en un rincón de la cocina con ganas de orinar, y otra veces simplemente despertaba en mi cama con un chichón en la frente o rasguños inofensivos.
Sentía profunda pena despertar tan desorientada y confundida, pero me fui acostumbrando y luego tomaba mi tiempo para entender la circunstancia, arreglar lo que había hecho e ir a conciliar el sueño a mi habitación.
Una noche fue particular, desperté porque un grupo de personas llamaban desde la ventana, cuando me levanté, gritaron que les abriera, eso fue intrigante, corrí donde mamá para que me explicara o viniera a escuchar y me regañó por no dejarla dormir, seguro cansada de mis episodios nocturnos.
Fui a la cama de vuelta no sin antes abrir la ventana parlante para mirar... Nada, solo la noche y las copas de los árboles, mi ventana estaba en un tercer piso, entendí que era imposible que me hayan gritado hacia adentro, ni un grupo, ni una persona.
Cerré la ventana y ahí se escuchaban... Eran murmullos de un grupo de gente contenta. Traté de escuchar el contenido de la conversación, pero lo único que pude distinguir, eran carcajadas de gente adulta. Volví a abrir la ventana, los murmullos desaparecieron.
-"Nadie me va a creer esto".- Dije y dejando la ventana abierta por si acaso, me acosté pensando en que tal vez había que evaluar llevarme a un experto. -"Si lo cuento, claro".-
Fin
Pequeña sufrí de sonambulismo severo, dentro de las rarezas que hacía en este estado, abría las entradas y salidas de la casa que estuvieran al alcance, ventanas, puertas, en invierno o verano, tanto así que mi madre hizo rutinario poner llaves y pestillos para dormir, asegurándose de no encontrarme dando vueltas como un fantasmita en el pasillo del edificio a altas horas de la noche.
Otras crisis buscaba ir al baño, hubo ocasiones donde desperté con el chorro de la ducha helada en el rostro, otra vez que desperté en un rincón de la cocina con ganas de orinar, y otra veces simplemente despertaba en mi cama con un chichón en la frente o rasguños inofensivos.
Sentía profunda pena despertar tan desorientada y confundida, pero me fui acostumbrando y luego tomaba mi tiempo para entender la circunstancia, arreglar lo que había hecho e ir a conciliar el sueño a mi habitación.
Una noche fue particular, desperté porque un grupo de personas llamaban desde la ventana, cuando me levanté, gritaron que les abriera, eso fue intrigante, corrí donde mamá para que me explicara o viniera a escuchar y me regañó por no dejarla dormir, seguro cansada de mis episodios nocturnos.
Fui a la cama de vuelta no sin antes abrir la ventana parlante para mirar... Nada, solo la noche y las copas de los árboles, mi ventana estaba en un tercer piso, entendí que era imposible que me hayan gritado hacia adentro, ni un grupo, ni una persona.
Cerré la ventana y ahí se escuchaban... Eran murmullos de un grupo de gente contenta. Traté de escuchar el contenido de la conversación, pero lo único que pude distinguir, eran carcajadas de gente adulta. Volví a abrir la ventana, los murmullos desaparecieron.
-"Nadie me va a creer esto".- Dije y dejando la ventana abierta por si acaso, me acosté pensando en que tal vez había que evaluar llevarme a un experto. -"Si lo cuento, claro".-
Fin
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