domingo, 12 de diciembre de 2021

Palabras en espiral

Cuando era pequeña no pensaba en el futuro mientras no lo veía, debe ser en el momento que ya entro al colegio y tomo autobuses con un adulto cuando comienzo a percibir que hay muchas puertas para abrir, abiertas, para golpear, en fin. 

No sentía que mis progenitores las veían tan claras como yo y ellos si, (supongo que medio inconscientes),  ponían muros para que yo no pudiera ver, ni pasar, es más, ponían el muro, se iban a trabajar y me dejaban con ese muro junto a una señora que me cuidaba tan o más pequeña que yo, alguien que ni siquiera sabía que eso era un muro.

En la medida que fui creciendo hubo ya un momento en que veía que el muro se ponía casi a mi altura, tal vez en unos años ya pueda ver por sobre él, pero lo que yo haria si o si, era escalarlo y pasarlo, necesitaba llegar a ver más muros, treparlos y pasarlos, mi camino sería cruzando, derribando, escalando, jamás el lineal y aburrido que todos hacen para no alterar qué se yo.

 Además era claramente más rápido.

 También percibí que mis padres no podían construir más alto el muro, porque no tenían la altura necesaria. 

El universo es un labertinto, lleno de muros que propone un camino que sigas, uno camina sin cuestionarse mucho, de acuerdo a tus orígenes, ancestros, dramones familiares, secretos oscuros y cancerígenos, prejuicios limitantes, educación, entorno y amor.. 

El amor es una frecuencia a seguir, sin ver, sin calcular.

El amor incondicional es una opción que te empuja a la verdad, es terrible porque no te percatas que existe hasta que el ser que te lo entregaba muere, era el ser menos cómodo en su laberinto que eligió con amor, un ser muy elevado.

 Para mí desaparece, se desintegra, una capa de mi frecuencia, un halo que hoy no está. Intuyo que pronto reaparecerá formando parte de mis nudos energéticos de inspiración universal, pero falta elevarme, aun soy nada y no poseo la capacidad, la estoy buscando y descubro mucha ignorancia, no estoy preparada.

 Entonces el dolor te detiene y ahí si puedes observar donde estás, en medio de un laberinto, lleno de opciones y esa fuerza, esos brillos de alegría, esas señales que a veces me llamaban solo por curiosidad ya no están... Es un pequeño tiempo, finalmente un instante en que comprendes que esos conocidos no están, pero que hay más, no tan amados en la materia y en esta dimension, pero hay más, están en muros más altos o lejanos y no tengo la altura para alcanzar, pero si la fuerza para derribar, tal vez ya debo comenzar a buscar como crecer para llegar a altura  y fuerza, soltar lo que inertemente me arrastra, busca que vuelvas a ser pequeño, no por maldad, por ignorancia, competencia, valores entregados en esa infancia ajena quedando arraigados de por vida, tan pesados que no le permiten elevar.

Muchos confundidos solo calculan, calculan lo alcanzable, lo domable, lo que los muros te permiten ver, ellos sienten satisfacción al crecer  haciendo más fuertes y bellos estos muros, una zona de confort controlada, cómoda, sin asperezas, sin dramas aparentes que esucien esta pulcra perfección.

Me parecen necesarios hoy, porque sin ellos no tendríamos los peldaños que nos ayudan a elevar y son tan felices y cómodos en sus pasillos del laberinto, sin ser capaces de ver que uno pasa por sobre ellos en una búsqueda ignorada, ni de mucho interés, beneficiando a quienes nos elevamos, porque llega un momento donde no ven y no son capaces de actuar frente a nuestro bienestar espiritual. 

Lo mejor que puede pasar es que no existamos para ellos.

 

Sueño : “El ratón negro y el ratón blanco no pueden pasar, porque hay un bello hamster muerto en el camino.”


No hay comentarios.: