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¨ Es que nadie lo ayuda a uno. ¡Es que usté no sabe como me siento!
Es que nadie lo ayuda a uno ¨-
No paraba de repetir mientras brotaba el agua tibia desde
sus ojos inyectados en sangre. Guardó el papel con singular delicadeza y tras
un abrazo con varias palmadas sonoras en la espalda de quien escribe, corrió feliz hacia el paradero disparado
como un rayo, como el rayo de luz que abrió ese nubarrón instalado sobre su coronilla obstruyéndole ver la vida, la linda vida.
No cabe duda que hoy fue un día especial para
él. El principio de una historia normal, gracias a un simple documento que decía: ¨Sin antecedentes¨.
Fin
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