jueves, 25 de marzo de 2021

Campamento Tomado

    Cuando era niña, vivía en Monitor Araucano número dos, dirección impresa en mi cerebro hasta hoy, pienso que va a estar toda mi vida ahí, como reacción reflejo eterna.

Me dejaban a cargo de la Señora Silvia, una nana muy gorda que vivía en un campamento tomado muy cercano a nuestra casa.

  Con la señora Silvia cuando no estaban mis papás, íbamos al campamento y pasábamos mucho tiempo allá, recuerdo que lo pasé bien y me gustaba mucho pasar el tiempo con niñas allá, había una que me parece que era sobrina de la Señora Silvia que se llamaba Pocha, de 17 años aproximadamente, era alta y hacía peinados cools para mi.

Las separaciones de las paredes eran géneros y telas gruesas, el piso era de tierra, no había negocios normales. 

Recuerdo montar en triciclo y hacíamos carreras, eran de fierro, lo pasaba bien, había una niña de mi porte, no recuerdo su nombre y me aburría con ella, pero tenía los peinados que hacía la Pocha, entonces una vez le pedí que me hiciera el mismo de ella que consistía hacer una partidura de cuatro partes en la cabeza y cada parte una trenza, un poco estilo africano.

  Tranquila yo con el nuevo look hasta que llegó mi mamá y recuerdo que no le gustó mi peinado, luego Pocha no me hizo más peinados y después de eso mis idas al campamento disminuyeron, lo que indujo a escaparme y llegaba donde ellos igual y pasaba las tardes un poco a regañadientes de la señora Silvia, pero estoy segura que en el fondo de los fondos, le complacía que yo me sintiera cómoda y feliz en sus reinos, me quería.

  Un día me levanté temprano para ir, era invierno y hacía frío, esto quedaba a los pies del cerro San Cristóbal, vivíamos muy cerca, es más desde la puerta de mi casa veía el campamento.

    Esa helada mañana cuando vi desde la casa, era algo tan extraño que mi cerebro no podía decodificar y me apresuré a salir

    No había nada, era un basural, me costó unos buenos minutos entender el contexto y me dolió mucho alguito en el corazón cuando lentamente comprendí que no estaban.

    Caminando sobre lo que dejaron, cabezas de muñecas, ropa, triciclos buenos pero esos antiguos, pelotas pinchadas, algo que me perturbaba era cómo habían desaparecido las casas, las calles o pasajes que había, todo desapareció, era similar a imágenes post guerra, no entendía y tampoco podía preguntar, ni llevar nada de recuerdo ya que era un conflicto en mi hogar.


 No lloré, pero creo que experimenté por primera vez la desolación, ese un nudito en el corazón.

                                                                           FIN


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