viernes, 23 de febrero de 2018

Instantes.

-Tu no estás preparada- Dijo el hombre grande y poderoso.
A pesar que era mayor de edad mi inseguridad e inmaduréz, hacían temblar mis rodillas, un vértigo ansioso, incertidumbre, él era un rey sabio que venía a enseñarme.
 Una seguidilla de casuales y fortuitos encuentros hizo que yo llegara a estar frente a él con el cerebro en blanco de nervios, tenía tanto que preguntarle y todo se me hizo un nudo que impidió abordarlo de inquietudes. Me bloquié y seguido comencé a temblar.

-Tu no estás preparada- Dijo el hombre grande y poderoso mago noble.
Me vino pena y rabia inmediata,  decepcionada de mi misma y mi estúpida forma de reaccionar ante él, pero mantuve mi dignidad estoica, con el rostro erguido, mis ojos húmedos delataban mis sensaciones indecodificables.
 No me moví y humildemente esperé que al menos ese enredo cerebral decantara para poder pensar, el hombre tomó mi mano derecha y la volteó para observar mi muñeca, puso sus dedos sobre las venas, como quien toma el pulso y presionó levemente.
Sentí que me inyectaron agua tibia al torrente sanguíneo, pude apreciar cómo avanzaba vertiginosamente desde la muñeca completó el brazo hasta el hombro y luego todo mi organismo.
 Tibio, armónico, lindo, simple;
 -¿Qué hiciste?- Le pregunté sonriendo ya centrada.
-Ahora estás preparada- Dijo.



Santiago 1996.-

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