Es de noche, estoy en un conocido parque de la capital,
escucho ruidos a mis espaldas, miro hacia atrás y desde el follaje sale una leona adulta caminando, quedo
inmóvil, pasa muy cerca rozando su lomo con mi cintura, observo que está muy
bien mantenida, alcanzo a percibir sus músculos y el movimiento elegante de sus
omóplatos al caminar, me distrae una presencia arriba de mi cabeza, en las
gruesas ramas del árbol de encima un jaguar salta y pasa rozando mis ojos y nariz con su suave, blanquillo y corto
pelo abdominal, me fijo que sus lunares no poseen mas que blanco y negro en esa
parte del cuerpo, me impresiono con sus especiales manchas en la piel del lomo cuando cae al suelo y sigue su
andar con garbo. Pienso que no me ven por que ignoran por completo esta presencia, al
levantar la vista al horizonte, descubro leones machos con hermosas melenas que
atacan los autos en Av. Providencia,
los autos frenan chocando unos con otros, gritos despavoridos de las personas, las fieras rompen las
ventanillas y a desgarros sacan los cuerpos humanos.
Entre la leona
y el jaguar me muevo tranquila en una especie de estupor corporal, me pregunto
de donde ha escapado tanto felino gigante, pero no me cuadran sus cuerpos musculosos y hermosos pelajes con el
hecho de haber estado en cautiverio alimentados por el ser humano.
Doy un salto hasta las ramas altas del árbol, sigo trepando
con mucha facilidad hasta topar con el balcón de un edificio, donde me dejo
caer.
Entro por el ventanal y descubro una mujer cuidando a una
niña de unos dos años de edad. La
beba no me ve, la mujer queda impactada con mi presencia.
El departamento
es moderno y limpio, cruzo la pomposa alfombra beige y salgo al otro balcón
donde desde una altura
considerable veo una panorámica de
esta parte de la ciudad.
Santiago en conmoción, por todos lados los feroces leones
macho, arriba de los autos, en las veredas, en medio de las avenidas, se comen a la gente y descuartizan sus
cuerpos.
Me tiro al balcón del piso de abajo y así voy bajando balcón
por balcón en zigzag, ocupo mis manos y pies al caer, hasta llegar a una altura
desde donde ya puedo lanzarme de nuevo al parque.
Corro por la cuidad en cuatro patas, no me gusta que la
gente sufra, me incomodan los llantos y gritos horrorizados, me angustia que estén
heridos.
La gente aterrorizada me pasa sus mascotas domésticas, como ofrendas
diría yo, la única que acepto es un pequeño mono de la especie ardilla, color oscuro, el mono se instala en mi hombro y como un fiel amigo me
ayuda indicándome donde hay gente
herida que puedo ayudar.
Encuentro rodeada por un grupo de personas a una amiga
tirada en el piso con un zarpazo en el costado de su abdomen, está inconsciente. Extiendo las palmas de mis manos a diez
centímetros de su seno, veo mis manos de humana que le dan
fuerza y despierta, el zarpazo ahora es solo un arañazo.
La gente me pide ayuda desde lejos, con temor y una especie
de devoción, el mono me indica quien es verdadero y quien no, es mucha gente, muchas personas sufren
ciegas a sus propias conductas, vicios, bajezas . El mono me pide que nos alejemos, que yo debo partir y volver
a mi hogar por que a pesar de todo, estos seres humanos planean hacer vitalicia
mi ayuda y me van a encadenar.
Pero que él se queda, tiene que buscar a su dueño-
Me encargo de dejarlo en las manos de este noble hombre, quien lo valora y ama, su dueño al verlo llora de emoción y me agradece con el brillo de su honesta mirada.
Me encargo de dejarlo en las manos de este noble hombre, quien lo valora y ama, su dueño al verlo llora de emoción y me agradece con el brillo de su honesta mirada.
Corro hacia la oscuridad, se que ahí es mi hogar, un poco
apenada sin mi fiel y sabio micro compañero, pero me tranquiliza pensar que en
mi lugar no hubiese sobrevivido.
Fin
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